A lo largo y ancho del territorio nacional y en sus diversos ambientes, desde el árido desierto del norte hasta las frías estepas del sur, pasando por los valles y bosques templados, investigadores del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) han llevado a cabo una minuciosa labor como verdaderos «cazadores de microorganismos». Estos científicos del Banco de Recursos Genéticos Microbianos (BRGM) han explorado bosques, desiertos, montañas, praderas, costas e islas, recolectando diversas muestras de suelo, plantas e insectos para aislar microorganismos benéficos que se han convertido en piezas clave para impulsar el desarrollo de tecnologías para la agricultura, como los bioinsumos, así como una paleta de productos bajo el sello de la marca BioINIA®.
En ruta desde los años 90
En los años 90 se realizaron colectas en diversos ecosistemas chilenos, generando una colección núcleo de microorganismos benéficos de géneros tales como Beauveria (271 cepas), Metarhizium (57) y Paecilomyces (3). Estos microorganismos fueron aislados desde suelos, bosques nativos y praderas naturales, así como desde insectos de importancia agrícola, como el pololo dorado y la polilla del brote del pino. Estas cepas constituyeron un patrimonio genético invaluable que ha impulsado el desarrollo de bioinsumos como una línea de investigación consolidada en INIA y, además, sentaron las bases para la creación de la Colección Chilena de Recursos Genéticos Microbianos (CChRGM).
Entre 2007 y 2008, en colaboración con el Centre for Agricultural Bioscience International (CABI) del Reino Unido, la Iniciativa Darwin permitió realizar colectas desde la Región de Arica y Parinacota hasta Magallanes, aislando 491 cepas adicionales, incluyendo cepas de los géneros Beauveria (207), Metarhizium (173), Trichoderma (85), Paecilomyces (16), Isaria (8) y Cordyceps (2) (Figura 1). Este esfuerzo fue complementado por colectas en Illapel, en la Región de Coquimbo, La Campana, en la Región de Valparaíso (2012), en el Norte Grande (2015), en Isla Mocha en el Biobío (2016) y en la isla de Robinson Crusoe, durante un segundo proyecto financiado por la Iniciativa Darwin (2015-2016) (Figura 2). En esta última campaña se obtuvieron 55 cepas de Beauveria, 58 de Metarhizium, 5 de Paecilomyces, 3 de Clonostachys y 122 de Trichoderma. Estas cepas se recolectaron en sitios como Plazoleta El Yunque, Piedra Agujerada, Cerro Centinela, Puerto Francés y Bahía Villagra, entre otros.
En 2016 se llevaron a cabo colectas en Punta Arenas, donde se obtuvieron 58 cepas de bacterias, y en lugares emblemáticos del Altiplano como Putre, Termas de Jurasi, Parque Lauca y Cosapilla, desde donde se aislaron 97 bacterias (incluyendo 38 actinobacterias) y 5 hongos a partir de muestras vegetales de parientes silvestres de cultivos domesticados. Entre las especies recolectadas están la cebada silvestre (Hordeum muticum), estevia (Stevia phillipiana) y lupino (Lupinus oreophilus).
Entre 2018 y 2021 se llevó a cabo una colecta en toda la Región del Maule, centrada principalmente en muestras de suelo, lo que permitió aislar 270 bacterias, entre ellas, Bacillus, Pseudomonas, Streptomyces y bacterias fijadoras de nitrógeno, además de 26 levaduras, 23 cepas de Beauveria, 9 de Metarhizium, 3 de Clonostachys y 12 de Trichoderma (Figura 3). Entre los años 2020 y 2021 se efectuaron colectas de microorganismos asociados a frutilla blanca y silvestre (Fragaria chiloensis), desde donde se aislaron 759 bacterias y 109 hongos. Estas actividades han permitido al INIA tener una colección microbiana base para desarrollar soluciones biotecnológicas enfocadas en una agricultura sostenible.
¿Por qué esta búsqueda incansable?
Los microorganismos son fundamentales para enfrentar los grandes desafíos de nuestra sociedad, como el cambio climático, la contaminación de los ecosistemas y la dependencia de agroquímicos. Cepas de hongos como Beauveria, Metarhizium y Trichoderma, y de bacterias como Bacillus, Streptomyces y Pseudomonas, no solo funcionan como biopesticidas, sino que también promueven el crecimiento vegetal y fortalecen la resiliencia agrícola frente a plagas y enfermedades, convirtiéndolas en blancos clave para su aislamiento.
En los laboratorios del Banco de Recursos Genéticos Microbianos (BRGM) de INIA Quilamapu en Chillán, a través de técnicas avanzadas de aislamiento como la criopreservación y la liofilización, se garantiza que estas cepas se mantengan viables durante décadas, listas para su uso en proyectos biotecnológicos de innovación en la agricultura y en otras disciplinas como la medicina y la industria alimentaria.
La travesía y la búsqueda de microorganismos continúa
Hoy, el BRGM no es solo un repositorio de biodiversidad microbiana, sino también un centro clave para la investigación y el desarrollo de bioinsumos, con un enfoque que ha cobrado gran relevancia. Sin embargo, aún queda mucho por explorar debido a la riqueza de microorganismos aislados en las distintas campañas de colecta. Es fascinante pensar que las soluciones para una agricultura más sostenible, así como para otros retos globales, podrían estar escondidas bajo nuestros pies, en el vasto, y a veces, poco explorado mundo microscópico.