El impacto del mejoramiento genético ha sido incuestionable en el cultivo papa, obteniendo hoy día variedades de alta productividad y también con otras características como resistencia a enfermedades importantes como el Tizón tardío de la papa, un hongo muy destructivo o a virus como el PVY o con algún grado de resistencia a sequía. Otras líneas de mejoramiento apuntan a obtener variedades de ciclo más corto, menor huella de carbono y más resistentes a plagas y enfermedades, entre otros. Así lo expuso el ingeniero agrónomo, PhD, docente de la carrera de Agronomía en la Universidad de Los Lagos, director de la ACHIPA y vicepresidente de la ALAP.
El desarrollo genético y su rol en la sustentabilidad de los cultivos, ejemplificándolo en el cultivo Papa expuso el Dr Julio Kalazich durante su participación en el Seminario de cultivos anuales organizado por revista Campo & Tecnología, quien recientemente cumplió una destacada participación en el último Congreso Mundial de la Papa, celebrado en Junio pasado en Adelaida, Australia.
En su charla, recordó que Naciones Unidades determinó el 30 de mayo como el Día Internacional de la Papa, lo que pone en relieva la importancia que tiene este cultivo a nivel mundial, siendo el tercero en importancia luego del trigo y el arroz, alimentando a más de 1.400 millones de personas.
“La papa se cultiva en 18 millones de hectáreas y se cosechan más de 370 millones de toneladas en 159 países en los 5 continentes, siendo cultivado desde los casi 5 mil metros de altura hasta el nivel del mar”, destacó.
A nivel nacional, la papa es también muy relevante. Es el segundo cultivo en importancia, con más de 900 mil toneladas producidas al año y un alimento esencial para la población que, según datos de la ODEPA, tiene un consumo anual per cápita de 58 kg.
Pese a esta relevancia, Kalazich destacó que el cultivo ha experimentado una caída en la superficie plantada en los últimos años; no obstante, la producción se ha mantenido constante a partir del alza en los niveles de rendimiento que ha permitido el recambio de variedades y mejoras en el manejo agronómico.
En este contexto, Kalazich subrayó el papel que juega y seguirá jugando la papa en la seguridad alimentaria y sustentabilidad global. Esto, debido a su adaptabilidad a una gran diversidad de ambientes, alta densidad de alimento por hectárea (rendimiento/ha), ciclo de crecimiento relativamente corto que le permite insertarse pre y post en rotación con otro cultivo (incluso plantándose dos veces en una misma temporada), alta calidad nutritiva, diversas formas de consumo y de generación de valor agregado, menor requerimiento de agua frente a otros cultivos y una huella de carbono baja por unidad producida.
Otro aspecto para contextualizar el cultivo Papa – planteado por Kalazich – apuntó a convenir que el cambio climático es la principal amenaza para la producción de alimentos, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de la humanidad. Y para ello lo ejemplificó en las emisiones y acumulación de gases de efecto invernadero (CO2, CH4, N2O) desde los inicios de la Era Industrial (1750) y sus consecuencias como el calentamiento global.
“Solo por citar un ejemplo, en la provincia de Osorno, región de Los Lagos, se ha registrado un aumento de 0,1°C por década desde 1960 y una disminución de 260 mm en las precipitaciones. Esta tendencia probablemente se mantendrá hasta el año 2050, provocando un gran impacto en la agricultura que se desarrolla en esta zona”, dijo.
Desarrollo genético
Si bien la papa es un cultivo que se domesticó en el Alto Perú, hace más de 10 mil años, el fitomejoramiento como técnica comenzó hace un poco más de cien años. Uno de los primeros trabajos realizados apuntó a desarrollar variedades resistentes el Tizón tardío, enfermedad que sigue siendo uno de los principales objetivos del mejoramiento en este cultivo en Chile y el mundo.
“El desarrollo genético es relativamente nuevo en nuestra historia. Podemos citar la Revolución Verde (1960-1980) y su impacto en la genética de los cereales que demostró el rol que puede tener la genética en el desafío de alimentar a la población y lograr una agricultura más sostenible”, destacó.
Acorde con la definición de la agricultura sostenible y con los desafíos de alimentar una creciente población mundial y de mitigar y adaptarnos al cambio climático, el rol de la genética en la sustentabilidad de los cultivos – dijo – debe considerar, en particular en el cultivos de Papa, producir más por hectárea (cada día hay menos tierra disponible) y producir más, con la menor huella de carbono y de agua posible, esto es, variedades tolerantes a sequía y/o variedades de corto período vegetativo, variedades más eficientes en adquisición de nutrientes (menor uso de fertilizantes) y con menos pesticidas (variedades resistentes a enfermedades y plagas).
“En definitiva, debemos tener variedades de papa resilientes, adaptadas y de bajos requerimientos pero con altos rendimientos y calidad. Todo lo anterior teniendo como base nuestra preocupación por los recursos naturales, como son el suelo, su salud biológica y su fertilidad, el agua y la biodiversidad”, señaló.
En este sentido, Kalazich destacó el rol que ha jugado el PMG en Papa desarrollado por el INIA, el cual ha permitido el desarrollo de un conjunto de variedades que reflejan los desafíos productivos antes expuestos. Entre ellas, mencionó a Patagonia INIA, una variedad que a nivel de ensayo llegó a producir 118 ton/ha; y Yaike INIA, una variedad con buen nivel de tolerancia a sequía y también inmune a PVY.
Otras líneas de investigación apuntan a desarrollar variedades más precoces, es decir, de ciclo vegetativo más corto; de menor huella de carbono, vale decir con menor emisión de gases de efecto invernadero; más resistentes a plagas y enfermedades, lo que demuestra el impacto que puede tener el mejoramiento genético.
Como fitomejorador, Kalazich destacó por último, dos “nuevos” métodos de mejoramiento que tendrán un rol preponderante en el futuro como es la edición genómica y el desarrollo de la denominada Papa Híbrida.
Para el primer caso, destacó variedades desarrolladas en Argentina, por el INTA, una que presenta disminución de pardeamiento en los tubérculos sin piel, producido por la enzima polifenol oxidasa (supresión del gen stPPO2); y otra, que suprime genes de susceptibilidad (genes-S) que otorgan incrementos de resistencia al Tizón tardío. En tanto, en nuestro país, se han publicado avances para el mejoramiento genético en resistencia a sequía, calidad nutricional, calidad de procesamiento y modificaciones en el almidón, entre otros.
En tanto, de la Papa Híbrida señaló que se trata de una variedad obtenida de semilla verdadera (TPS), la cual permitirá que con sólo 50 gr se puedan plantar una hectárea (cada semilla pesa un gramo) y con rendimientos iguales o superiores a las actuales variedades.